2 de mayo de 2018

De mi viaje / mis viajes por Italia

Los directivos de la FEPET en Vicenza (Italia)
Antonio Herrera Casado
2 Mayo 2018

Tras una vida de viajes, de vez en cuando conviene pararse a recapitular, y echarle una ojeada al mapa, para tratar de identificar en él los lugares por los que se ha pasado. De Italia, ese corazón artístico y humanista de Europa, tengo tantos recuerdos, la mayoría de ellos buenos, y tan variados, que me siento ahora para recomponer en un solo viaje, todos los que a lo largo de los pasados decenios he hecho por sus caminos, por sus costas y montañas, por sus islas y catedrales.
Entré a Italia por primera vez a través de la frontera con Francia, en Menton, sorprendiéndome la alegría de la Riviera en Ventimiglia. Pero casi sin parar, llegué a pasar la primera noche en Génova, bajo una espesa lluvia. Allí probé la gentileza italiana, comprobando a la mañana siguiente que me había limpiado el coche por completo. Excepto las ruedas, el motor y la carrocería, se lo llevaron todo.
Viajé de allí en directo, bordeando Milán, hasta los lagos, conociendo las orillas del Lago Maggiore y del Lago Como. Entre los pueblos, Stresa. Y desde ella, viaje a la Isla dei Pescatori.
Desde allí, a los Alpes: Bormio, con subida al Stelvio en pleno mes de mayo, todavía con paredes de cuatro metros de nieve, y bajado luego a Trento, para llegar a Verona, después a Mantua, y de allí a Ferrar, Bolonia y finalmente a Florencia, donde veo todos sus museos y obras de arte.
Desde allí, viajes a Lucca, Pisa, Pistoia, San Gimignano, Pienza, para luego volver al Adriático, visitando Venezia y Padua, bajando luego a Rímini, Rávena y San Marino.
Finalmente, llegada a Roma, visitando el Vaticano, los Museo Vaticanos, el Foro y el Coliseo.

En ocasión siguiente, un viaje por el Véneto, incluyendo a Venecia, sí, pero también estancia detallada en Vicenza, admirando la ciudad y sus alrededores con las villas paladianas. Y subiendo a los montes, a ver Bassano di Grapa, y desde allí a Marostica.

En otra ocasión, el viaje fue en directo a Roma, para luego bajar en bus hasta la costa, y cenar y dormir en Gaeta, llegando al día siguiente a Nápoles, durmiendo en Pozzuoli, en Campi Flegrei, y visitando Nápoles, y por supuesto Pompeya. Después siguiendo viaje hasta Monopoli, donde pasamos dos días, y después a Bari, volviendo a Roma y visitando la plaza Navonna y el Vaticano, en cuatro horas.

El viajero en la Piazza Toledo, de Palermo (Sicilia)


Otro viaje fue a Sicilia, en barco desde Túnez, visitando Palermo durante un día, y por supuesto la catedral de Monreale, y las catacumbas de San Francisco, más la calle Toledo. Al día siguiente arribamos a Cerdeña, visitando Cagliari, su castillo y su parque botánico.

Otro viaje a Italia, se centró en Nápoles y su Bahía: llegamos en avión a la capital, y de allí a Pozzuoli, donde tomamos un barco que nos lleva priomero a Procida (la isla de donde era natural Sofía Loren) y allí nos preparan una merienda por todo lo alto. Sigue el barco su rumbo y nos lleva a la isla de Ischia, donde nos alojamos en el Hotel Regina Palace sobre el puerto. Visitamos entera la isla, incluido el Castillo Aragonés, donde una noche cenamos ostras con champán, exclusivamente.çDe allí, viaje en barco a Capri donde pasamos un día, incluida la visita a la “Gruta Azul” y comida en “Da Luigi ai Faraglioni”, visitando de nuevo Pompeya, y Erculano, y al fin un viaje en barco por Sorrento y las costa amalfitana. El último recorrido antes de tomar el avión, la visita al palacio espléndido de Caserta.

El viajero junto a su amigo Alfredo Villaverde,
en la galería rey Humberto I de Nápoles.


Otro viaje, en avión hasta Catania, y alojamiento en el Hotel Timeo de Taormina, visitando la costa de Sicilia, desde Mesina hasta Siracusa, incluyendo una subida en camiones hasta la cumbre del volcán Etna. También visita a la villa romana de Casale, con sus estupendos mosaicos.

Un fin de semana de congreso acelerado en Milán, visitando la ciudad (el Duomo, el palacio señorial, la Galería del Rey Vittorio Emmanuelle y la vieja universidad donde estuvo el Ospedale en el que se desarroló la novela “Los novios” de Manzoni. 

El encanto de Portofino no pasa desapercibido a nadie.

Otro viaje en vuelo desde Barcelona a Pisa, visitando esta ciudad y su catedral y torre inclinada, nos alojamos en Rapallo, en el Hotel Excelsior, visitandom la ciudad, Portofino, y viajando un día desde La Spezia y PortoVenere hacia le Cinque Terre, visitando allí RioMaggiore y otros poblados del entorno, acabando otro día visitando Génova despacio.

Si no calculo mal, me salen ocho viajes diferentes e independientes a Italia, uno de ellos, el primero en coche por carretera, otro en barco, en crucero desde Túnez, y todos los demás en avión aterrizando sucesivamente en Venecia,  Roma, Nápoles, Catania, Milán y Pisa.

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