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El volcán Villarrica, desde Pucón (Araucania, Chile) |
Una ocasión profesional nos ha llevado a Pucón, un lugar
pequeño y hermoso de la Araucania chilena. La única tarde que nos dejaron
libres las sesiones del Congreso Hispano-Alemán de Otorrinolarinmgología,
pudimos recorrer los alrededores del pueblo, y adentrarnos en los parques
nacionales de Villarrica y de Huerqueue, en los que la Naturaleza empuja y
sube, llena cualquier mirada de la fuerza terrestre: un volcán activo, unos Andes
boscosos, ríos bravos, lagos termales, una borrachera auténtica de emociones
naturales.
No es extraño que ese Congreso se celebrara en ese lugar tan
remoto. Pucón como el resto de la Araucania y aún parte de la Patagonia, fue
colonizada por alemanes, mediado el siglo XIX. Aunque los criollos son minoría
(por las calles el 95% de la población que se ve es indígena, mapuche en este
caso) muchos de ellos son descendientes de alemanes, y estos apellidos se
mantienen. De ahí que alemanes y españoles, que nos reunimos cada cuatro años
en un Congreso conjunto, decidiéramos ir a aquel remoto confín, invitados por
los colegas chilenos que al mismo tiempo celebraron su Congreso Nacional.
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El salto del León, en el Parque Nacional de Huerqueue, en Chile. |
Seguimos camino, y cruzamos el río Trancura, que trae las
aguas de la nieve derretida, ahora muy crecido, violento: un lugar donde se
hace rafting sin demasiado peligro. Junto a su orilla derecha, la carretera va
ascendiendo para introducirse en el Parque Nacional Huerqueue, una reserva
vegetal y animal en las faldas más occidentales de la cordillera andina. Por
caminos polvorientos nos dirigimos hasta un rellano del bosque en el que se
detiene el pequeño bus, y echamos a andar. Nos rodea un bosque centenario de
robles y coigües, denso, húmedo, con sus troncos enormes cubiertos de musgo. A
trechos cruzamos puentecillos y atravesamos pequeñas praderas. Luego el camino
vuelve a subir. Estamos subiendo bastante, en busca de unos famosos saltos de
agua. Pero, -algo que no olvidaré nunca- el camino nos lo va amenizando, a un
grupo de 12 o 14 congresistas, uno de los científicos más notables que ha dado
Chile en el pasado siglo. El profesor Héctor Belluci, a sus 84 años, vestido de
montañero para la ocasión, lentamente, pausadamente, va reconociendo las
plantas, las flores, los lugares, y al mismo tiempo nos va dando memoria de sus
investigaciones, embriogénicas unas, prácticas otras, acerca del desarrollo de
la nariz y los senos paranasales. En su día creó técnicas nuevas de cirugía
facial, ideó instrumental, y caviló (cosa que ya no suelen hacer los médicos)
sobre la esencia de la olfacción, su conexión con las glándulas endocrinas, el
amar, el soñar, el permanecer jóvenes siempre. Todos le escuhábamos con arrobo,
y entre todos no puedo dejar de mencionar al doctor Carlos Suárez, catedrático
de ORL en Oviedo, al doctor Sprekelsen, con el mismo cargo en Murcia, y otros
profesores chilenos, alemanes, suizos y españoles.
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La flor de Copihue, emblema de Chile. |
Así charlando llegamos a un primer salto de agua, sonoro y
vertical: el salto de la
China. Estrecha confluencia de rocas y oronda masa vegetal
envuelven a la gran cascada, que bordeamos y superamos, para seguir camino
rumbo al gran espectáculo, el Salto del León, que al fin contemplamos a pesar
del trueno permanente de sus aguas al caer, desde 90 metros de altura,
sobre las rocas. Espectacular el sitio, difícil de explicar. Todo es agua,
vapores, musgos, un verdor intenso, un arco iris que rodea a los viajeros, que
los engulle. Allí crecen, además, bosquedales de raulíes y de ulmos, muchas
enredaderas y lianas, y allí vemos, por fin, la flor del Copihue, la flor
nacional chilena. Es un mundo lejano al nuestro de la Alcarria, por supuesto:
un mundo ni siquiera soñado, distinto, salvaje, tan hermoso que nunca se
olvida.
Bajamos a zonas más llanas. Vamos a acabar la tarde
visitando otro pequeño poblado, (como Pucón, todo construido de madera, para
evitar que los terremotos destruyan y maten) llamado Playa Blanca, en la orilla
del lago Caburgua. Es este un lago volcánico, en lo hondo de una depresión
cuyas paredes son altos y atónitos montaños andinos. Sin duda son masculinos,
porque son oscuros, de rectas paredes, ceñudos. En este pueblo vemos un gran
ejemplar de Araucaria, el árbol nacional también de Chile. Es un árbol propio
de esta región, muy veterano (hay ejemplares de más de 2.000 años de
existencia) y muy alto, con hojas perennes y frutos de piña: fue –cosa lógica-
el árbol sagrado de los mapuches, y ahora todos sus ejemplares están
catalogados como “monumento nacional”. El millón de habitantes d ela región lo
respeta y saluda. Y al final del día la guía nos lleva hasta otro espacio
natural, un parque sencillo pero denso de bosques, caminos y pasarelas, los
“Ojos del Caburgua”, unas cascadas que surgen desde unos altos pozos de color
turquesa puro, y que alimentan por ese costado al lago del mismo nombre. Por
los alrededores nos enseñan colonias infantiles, un par de pequeñas eminencias
volcánicas ya apagadas y cubiertas de vegetación, y algunas vistas de la
cordillera de los Andes.
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El gigantesco Lanín, otro de los volcanes en la frontera de Argentina y Chile, corona de los Andes australes. |
Se pasa el día y se aprende, se maravilla uno y se llena de
nostalgias: por lo que pasó, por lo que pasa, por lo que pasará quizás un día.
En este lugar tan lejano de la propia casa (16 horas de avión en dos escalas, y
otras dos horas de autobús, más la subida a estos pagos en furgoneta…) uno
piensa que es pequeño, que la vida es corta y que quisiera quedarse aquí una
temporada. Siempre que se viaja se tiene esa misma sensación. Y siempre se vuelve
a la rutina.
¡Muy chulo tu artículo Antonio! ¿Te hospedaste en una de las cabañas que hay en Pucón? ¿O qué opción de alojamiento optaste?
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