25 de septiembre de 2022

Viaje a la Ribera del Miño, por Orense y Lugo


Antonio Herrera Casado  |  23 septiembre 2022

 

La intención era ver parajes, edificios y testimonios palpitantes de esa Galicia profunda, escondida y silenciosa, en la que aún palpita el Medievo, y los saberes ilustrados de sus frailes por bosquedas y vallejos. Veinte personas, ya veteranas, dirigidas por Maribel Llamas, que dirige la asociación Arquivolta, nos decidimos a hacer el viaje, que ahora es fácil en su arribo porque los AVE desde Madrid a Orense tardan solamente dos horas de puntualidad y limpieza.

Alojados durante varios días en el Hotel “Augas Santas” de la empresa Iberik, en medio de los robledales del entorno sur de Monforte de Lemos, muy cerca del monasterio cisterciense de Ferreira de Pantón, pudimos probar las aguas (milagrosas para unos y medicinales para los más) que salen con olor a huevos podridos de una fuente que nace a 500 metros del hotel.

La primera actividad fue un viaje por el río Miño, tomando un barco en el que se aposentaban 50 personas, y que desde el embarcadero de Belesar nos fue bajando hasta llegar a la isla de Maiorga, donde dio la vuelta, y pudimos, como a la ida, disfrutar de los verdes ribereños, de los viñedos colgantes, de las aldeas aupadas en lo alto de los montes. La tarde era tranquila, seca, luminosa y suave.



El coro bajo de la iglesia del monasterio de Celanova


El viaje siguiente lo hicimos a Celanova, el gran monasterio que tras la Desamortización quedó para el pueblo. En él se ha instalado el Ayuntamiento, el Instituto, y otros organismos, pero la fuerza del arte de su claustro barroco, coronado de valientes gárgolas, los santos en las ménsulas y las arquerías poderosas, dan paso a la joya de Celanova, que es la iglesia, una construcción de planta cruciforme con el testero cargado por un impresionante retablo barroco, y dos coros: el inferior, a nivel de templo, es uno de los más completos y densos de España, con figuras de santos benedictinos, e imágenes de escenas de la Orden, y otro superior, a nivel de coro, con tallas góticas. Todo ello muy bien cuidado, bien explicado. Una sorpresa. Aunque quizás lo mejor está al final, en el patio trasero del convento, donde se alza, minúscula, la capilla de San Miguel, una construcción de orden mozárabe, de origen visigodo, con tres estancias y sendas cúpulas, más un arco de herradura que separa los ámbitos.


La capilla de San Miguel en el monasterio de Celanova, Orense


Nos lleva Toño a una bodega rural, perdida en los montes del entorno de Ribadavia, donde nos dan a degustar empanada y vino blanco ribeiro “Divino Rei” que dado el calor del mediodía gallego nos sabe a gloria. Después, a comer en Ribadavia, productos de la tierra, abundantes y sabrosos, y luego visita por lapoblación, en la que nos sorprende su judería, muy bien ambientada, y la iglesia románica de San Juan, otro de los puntales del arte medieval gallego.

La jornada acaba en Oseira, donde visitamos el monasterio, que tiene tres claustros uno de ellos con una fuente que funciona y tiene medallones en lo alto, y otro el más grande, que es impresionante. En todo se ve el cuidado que la Xunta ha puesto en recuperar este testigo de la Edad Media, y del que resalta, aparte de otras cosas, la Sala Capitular, joya arquitectónica en la que sus columnas retorcidas nos dejan admirados. Como la gran cúpula plana que sustenta el coro. Todo en Oseira son sorpresas, y nos quedamos con un buen sabor de esta visita.



La Sala Capitular del monasterio de Oseira, Orense


El miércoles 21 nos dirijimos por la mañana a Monforte, donde visitamos la gran Torre del Homenaje de su antiguo castillo, fortaleza levantada por la poderosa familia Castro, y visitamos al detalle el viejo monasterio de San Agustín, hoy dedicado a Parador Nacional. Seguimos visita al cercano Pazo de Tor, que se mantiene intacto tal como fue hace siglos, y está decorado con muebles, y adornos, muchos cuadros, y elementos de la vida diaria, de siglos pasados, siendo muy interesante, tanto sus jardines como el propio Pazo.

Por la tarde nos dedicamos a visitar Monforte de Lemos, gran población (es la mayor de la provincia, tras la capital) en la que destaca la monumentalidad del Colegio o Complejo Educativo de Nuestra Señora de la Antigua, hoy colegio de Escolapios, que fue la gran fundación del príncipe del Renacimiento don Rodrigo de Castro, cardenal de esa familia que intentó ser Papa, y que al final (como todos) murió y fue enterrada tras su estatua de bronce puesta en el presbiterio de la iglesia. De este edificio, al que con justicia se le llama “el Escorial de Galicia” nos maravilla su construcción totalmente tallada en roca granítica, su fachada inmensa, su gran patio con escudos, su iglesia solemne, su escalera volada. Todo es admirable, y nos sorprende.





El claustro del monasterio de los Escolapios en Monforte de Lemos


Seguimos viaje luego por la Galicia profunda, hasta Gundivós, donde estaba previsto conocer la forma primitiva de hacer alfarería, pero la enfermedad de un familiar del artesano nos impide disfrutar de esta visita, y nos volvemos al hotel, donde siempre acabamos la jornada picando cosas de comer en la agradable terraza de su frontal boscoso.

El jueves día 22 nos dirigimos en autobús directamente a la población de Santa Eulalia de Bóveda, cercana a Lugo, donde visitamos el monumento singular que allí yace semiolvidado. Es una estancia primitiva, de origen romano, que no se sabe a ciencia cierta para qué sirvió. Ocupada luego por gentes visigodas, finalmente se le colocó encima una ermita, y precisamente la Bóveda que le da nombre es lo que falta, porque fue derribada en tiempos medievales. De lo que queda, llama la atención la profunda estancia, las columnas y capiteles romanos, la piscina central, las pinturas de aves en lo que queda de bóveda, etc. El pueblecito, en la Terra Chá (la Tierra Llana lucense) muestra detalles evocadores con sus hórreos, callejas yerbosas, y un cementerio en el que las tumbas contienen restos de “Casas”, y “Familias”…

Visitamos Lugo durante un par de horas, y sacamos la conclusión de su importancia en época romana, a tenor de sus grandes murallas oscuras hechas con pizarra. El interior del burgo es pequeño, pero muy bien cuidado, con calles estrechas, la Plaa del Campo, la Mayor con su Ayuntamiento, y una pastelería famosa (La Madarra) frente a la estatua de Castelao. Envidia da ver como la ciudad honra a sus poetas antiguos, con estatuas, placas, nombres de calles. Y es que Galicia, tan poética en todo, da como por espontánea generación poetas y soñadores.

Luego vamos, como estaba previsto, al Mazo de Santa Comba, un lugar también apartado, junto al río Chamoso, donde vemos las antiguas instalaciones de una fragua, molinos de agua, Mazo pilón, sierra de agua, etc.. y volvemos a comer (para no pderder la costumbre) productor típicos de la tierra, incluido un “pulpo a feira” que nos obligó a repetir, y a repetir…

La tarde dedicamos a visitar Samos, su monasterio, uno de los lugares claves del Camino de Santiago. Con su portada solemne (aunque le faltan las torres) y su interior grandioso, que nos explica un monje benedictino que con su rimar monótono nos transporta a siglos pasados, sobre todo mirando las pinturas con las que diversos pintores modernos han ilustrado los muros de su claustro, en cuyo centro saluda pétreo el perfil sabio del padre Feijóo, que allí vivió luengos años.


El grupo posando ante la fachada del monasterio de Samos.

El grupo posando ante la fachada del monasterio de Samos.


El viernes 23 se dedica a la visita de la iglesia románica de Xunqueira de Anvía, y luego un recorrido por la medieval villa de Allariz, donde también quedan expresivos restos del románico litúrgico, puentes, judería y el recuerdo de sus encierros de toros, de lo cual, aunque ya lo conozco, no puedo más decir porque no pude participar en esta visita, dado que tuve que salir pitando para Guadalajara, por mor de otras obligaciones que me cayeron llovidas del cielo.

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