24 de junio de 2018

Castillos en la Bretaña

Antonio Herrera Casado |  3 junio 2018

El castillo de Suscinio se alza sobre una colina frente al golfo de Morbihan, en la Bretaña francesa.
Toda Francia es una caja de sorpresas, porque su historia, larga y densa, y el espíritu emprendedor de sus habitantes la han hecho sede de la “grandeur” que se palpa en cada rincón, en cada llanura.
Aunque ellos dicen (los bretones) que “Bretaña es la última colonia de Francia”, no es verdad. Bretaña, en el occidente del continente europeo, forma parte política de Francia desde el siglo XVI. La unión, por matrimonio, de las dinastías francesa y bretona hicieron que esa unión permaneciera firme, en bien de todos.
Los diversos departamentos que hoy constituyen Bretaña son similares en paisaje, que siempre es de suaves ondulaciones, costas luminosas y densos bosques. Y las ciudades (pequeñas siempre, excepto su vieja capital, Nantes, o la actual, Rennes), así como los pueblos, tienen un encanto, una limpieza y una expresión de tradición y actualidad que te cautivan. En Bretaña se confirma ese dicho de que “toda Francia es campo” porque a excepción de Paris, Lyon, Burdeos, Marsella y Lille, el resto son espacios campestres ocupados por pueblos o algunas ciudades referenciales.
Nuestro viaje de primavera en 2018 ha sido a la Bretaña, y de las muchas cosas que hemos podido disfrutar, quiero centrarme en dos lugares con impacto. Dos castillos elevados en el corazón de la Bretaña, que por distintas circunstancias se quedan, tras visitarlos, en el corazón del viajero.

Viajeros y viajeras a las puertas del castillo de Suscinio.

El primero es Suscinio, una espectacular fortaleza en el extremo de la península de Rhuys, al fondo del golfo de Morbihan. Propiedad de los duques de Bretaña desde la remota Edad Media, fue sede militar y al tiempo espacio residencial y lugar de caza. Sobre una leve colina con vistas al mar se alza el castillo, rodeado de un foso y escoltados sus muros por altas torres puntiagudas. Tras muchos años de ruina, el estado francés lo ha reconstruido y en su interior expone un pequeño Museo de Historia bretona.
Uno de los protagonistas del castillo fue, en el siglo VIV, el Condestable de Francia Olivier de Chillon, que aparece retratado en piedra blanca y en relieve sobre una de las paredes de la fortaleza. En ella el viajero se entera de su evolución histórica, y pasea por escaleras empinadas, grandes salones y terrazas ventosas. Especialmente interesante es el espacio dedicado a recordar los recuperados suelos de las estancias nobles, con teselas medievales muy curiosas.

La fortaleza bretona de Josselin sobre el río Oust.

El segundo de nuestros destinos castilleros, ya por el interior de la península bretona, es Josselin, empinado sobre la orilla derecha del río Oust. En este caso, su origen y destino ha estado ligado a familias de la aristocracia bretona. Porque en el siglo XIV, aprovechando una pequeña fortaleza medieval, el Condestable Olivier de Chillon levantó este gran edificio, que ya en el XVI, y en el poder de los Rohan,

La presencia del Condestable Olivier de Chillon es permanente en Bretaña.


fue completado con su fachada septentrional. Muestra así una doble faz: el lado sur, sobre el río con valientes y empinadas torres circulares y picudas, y el lado norte, con una larga fachada de piedra tallada en exquisito estilo renacimiento bretón. El interior, perfectamente conservado, denota el “aire de familia” que todavía lo posee y ofrece a los viajeros. Atravesamos salones, comedores, bibliotecas y vestidores, todo perfectamente decorado, reuniendo retratos de muchas generaciones. Un lugar –rodeado de esplendidos jardines versallescos- exquisito e inolvidable.

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