24 de marzo de 2022

 Visita al palacio de Liria

Antonio Herrera Casado  |  24 marzo 2022

 

Con la Asociación Cultural “Arquivolta” hemos viajado en esta ocasión a Madrid. La ciudad de las mil caras, algunas tan escondidas como este Palacio de Liria que hemos visitado en la tarde del 23 de marzo.

El palacio de Liria ha sido, desde mediado el siglo XVIII hasta hoy mismo, la residencia familiar de los duques de Alba. Fue diseñado por el arquitecto francés Guilbert y luego dirigido y acabado, hacia 1753, por Ventura Rodríguez (a quien está dedicada la estación de Metro que hay frente al palacio). En él nacieron y vivieron varias generaciones del título, y en el otoño de 1936 fue incendiado y destruido todo su contenido (excepto las valiosas obras de arte que la familia, previendo lo que iba a suceder, llevaron en guarda al Museo del Prado, Banco de España y Embajada británica). Un posterior bombardeo lo dejó todo tan arruinado, que solo los muros exteriores se salvaron. La reconstrucción, hecha con tesón y paciencia por la propia familia, ha llevado hoy a la recuperación total del edificio, que compite en elegancia y proporciones, aunque no en tamaño, con el propio Palacio Real de Madrid.



El Palacio de Liria, desde los jardines


Los duques de Alba (fundamentalmente el XVII, Jacobo Fitz-James Stuart y su hija, la XVIII duquesa, Cayetana) han reconstruido el conjunto, y lo han puesto a la visita de quienes se interesen por el arte y la historia. Hay que concertar visita a través de la web del palacio, www.palaciodeliria.com, y acudir a la puerta de carruajes el día y hora asignados. Con guías especializados se recorren los jardines, el vestíbulo, las salas del primer piso, (comedor, baile, recepciones) y del segundo piso, que fueron habitaciones privadas y hoy están dedicadas a museo. Se completa la visita bajando de nuevo al piso bajo,  donde se admira el espléndido recinto de la Biblioteca, donde además de los 18.000 volúmenes se pueden admirar piezas como la Biblia de la Casa de Alba (realizada a mano por el judío rabí Mosé Arragel de Guadalfajara) una primera edición del Quijote, documentos medievales de la Casa, y muchas cartas y documentos de Cristóbal Colón, “el Almirante”.
En las salas altas, y agrupadas por temáticas, países, y autores, se admiran las piezas de pintura, y tapices, que la familia fue adquiriendo a lo largo de los siglos. Una casa que compitió en galardones y grandezas con la propia real, los Álvarez de Toledo primigenios unidos en el XIX con la casa de los duques de Berwick, su parentela y amistades han sido las casas reales europeas. Una sobrina de los Alba fue Eugenia de Montijo, emperatriz de Francia por su matrimonio con Luis Felipe Napoleón III, que vino a morir a esta casa tras su larga y triste vida tras la Revolución de 1870.

Nos llamaron la atención las salas de pintura española, en la que vimos cuadros de Velázquez, de El Greco, de Zurbarán, etc. Más la sala de Goya. Y la sala de pintura italiana, con obras de las escuelas de Rafael, Leonardo, Perugino, Canaletto, etc, más la de escuela flamenca, en la que destaca el cuadro de Rubens retratando al emperador Carlos y su esposa Isabel de Portugal. No es menudo el gran tapiz de la sala de los Estuardo, con la historia de la Guerra de Troya, enorme y tejido por Pasquier Grenier en Cambrai, un hermano gemelo de los Tapices de Pastrana.



La Sala de Goya con el retrato de la duquesa en el siglo XIX


Hay relojes impresionantes, bustos en mármol y bronce de personajes, duques, reyes, escritores… y cerámicas preciosísimas, repartidas por entre los muebles y las tapicerías. La sala dedicada a Zuloaga es majestuosa, con retratos, de los XVI, XVII y XVIII duques, entre los que destaca el que hizo el maestro vasco de Cayetana niña, cabalgando un pony, y rodeada de sus juguetes favoritos, entre ellos un peluche de Mickey Mouse…

Las atenciones recibidas por el personal de la Casa fue exquisito, y en un momento determinado hasta el actual XIX duque, don Carlos [Martínez de Irujo] Fitz-James Stuart, se asomó en mangas de camisa para echar una ojeada rápida a los visitantes. Nos facilitaron sillas de ruedas, sillas plegables, subidas en el viejo ascensor central, etc, a todos los que necesitamos estas ayudas. Y en definitiva quedamos prendados de esta visita, un caserón hermoso y cargado de historia, que aún late en el centro del viejo Madrid (está en la calle Princesa, frente al Hotel Meliá) y que desprende el color, la belleza, la elegancia y el intenso flujo de emociones que cualquier resto de la grandeza de España destila por sus filamentos.



Detalle de la Biblioteca del Palacio de Liria


No hay comentarios:

Publicar un comentario