19 de enero de 2012

Sahagún en forma de ladrillo



La torre de San Tirso, en Sahagún
Antonio Herrera Casado / 5 Junio 1999
Desde Carrión de los Condes, en Palencia, el Camino de Santiago discurre por tierras feraces y llanas, tierras del viejo reino de León, barruntando cada vez más cerca los verdores gallegos de la meta. Los viajeros, en ese camino permanente, lento y atento, llegan a Sahagún, en la provincia de León. La tarde es calurosa y el andar se hace lento, buscando sombras. En esta vieja ciudad medieval la encontrarán, al norte de sus grandes edificios, que visitan por fuera, porque el día es festivo y la hora es de siesta. Así y todo, marcan en este cuaderno de Caminantes jacobeos la memoria de sus miradas sobre los ladrillos vetustos.
Lo más importante del patrimonio de Sahagún son sus edificios mudéjares. Espléndidos, grandes, cuajados de formas voluminosas y elegantes a un tiempo. De entre ellos destaca la iglesia de San Lorenzo, que se levantó en la primera mitad del siglo XIII, y ocupa el corazón de la antigua morería. Es de planta basilical y lo mejor de ella, lo que nos deja atónitos, sin parar de asombrarnos de sus múltiples sombras vibrantes, es el ábside en forma de tambor y la torre toda ella de ladrillo, en la que se conjugan las formas realizadas por alarifes mudéjares con los símbolos cristianos.

El otro edificio que a los viajeros deja extasiados en Sahagún es la iglesia de San Tirso, meta y meca de peregrinos. Levantada en el siglo XII, ya en 1190 estaba terminada y en uso. En el exterior nos sorprende el contrastado juego de volúmenes, que se adensa en la cabecera, con tres ábsides de variados volúmenes, en los que la piedra y el ladrillo se conjugan con elegancia. Sobre el tramo recto del ábside (que no sobre el crucero) se alza la enorme y preciosa torre de las campanas, una de las joyas del románico mudéjar español. Tiene una silueta troncopiramidal muy especial, copiado del modelo inicial de todos los templos de Sahagún: el monasterio de San Benito, al que los viajeros buscan, sin encontrarlo. Claro: como que ya no existe, desde hace siglos. Pero en San Tirso se están un buen rato, mirando al alto, la torre, los ábsides, los carteles que explican sobre los muros la conjunción de fuerza, belleza de formas, esplendor de contrastes.

El Arco de San Benito, en Sahagún

El monasterio de San Benito, en Sahagún, fue durante la Edad Media una de las grandes fundaciones monacales de los reinos castellano-leoneses. Poco ha quedado de él, solamente la capilla de San Mancio, también en el núcleo viejo de la ciudad, junto a San Tirso. De San Mancio, muy museificado a pesar de su ruina, quedan fragmentos del crucero y el absidiolo septentrional, altos muros, muchas columnas, algunos capiteles… y poco más. Los viajeros se extasían imaginando lo grande y hermoso que sería aquel cenobio, del que aún queda, como un arco triunfal romano bajo el que pasa la carretera, el “Arco de San Benito”, que en realidad no era sino la portada meridional de su iglesia barroca, obra de Eduardo Saavedra en 1662. Si así era la puerta, ¡como sería el conjunto del monasterio!
Subiendo hacia el centro de la ciudad, los viajeros se paran ante otro edificio enladrillado y suntuoso. Ven que se denomina Iglesia de la Trinidad, aunque en realidad es el Albergue de Peregrinos del Camino de Santiago. Un montón de bicicletas, muchos macutos y algunos bordones se apiñan junto a la entrada, bajo el rótulo que anuncia la intención acogedora de sus grandes naves. Entramos a verlo, y parece ser cómodo, y estar muy nutrido, muy animado. Acoge hasta 65 personas, y además alberga un Centro Cultural y la Oficina Municipal de Turismo. De la Trinidad nos asombra también su torre de ladrillo, sus arcos, sus mil formas afiligranadas. En realidad, todo el pueblo de Sahagún es así: ladrillo, piedra leve, altura sagrada, silencio caluroso, pasos lentos sobre las calzadas peregrinas…un recuerdo ténue pero seguro de nuestro viaje por el Camino, que llegó a este extremo occidental, y aquí acabó, tornando pasos hacia Valladolid luego.

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