El viajero posando en la puerta de la Biblioteca de Oxford |
El alma de
la Inglaterra sabia, intelectual y ecuánime está en Oxford. Todos sus primeros
ministros, desde hace siglos, han salido de sus aulas. ¿Una tradición? No, una
consecuencia lógica: en Gran Bretaña solo gobiernan los sabios. O casi.
He pasado
un día correteando por las calles anchas y solemnes de Oxford. Todo rezuma
elegancia, y a la vez alegría. El día, por suerte, no fue gris, como suele,
sino luminoso a ratos, y en todo caso seco. Nos dejó el autobús a los viajeros
que veníamos de Londres (100
kilómetros separan la City de esta localidad
universitaria) frente al Asmolean Museum, en el que se guardan un millón de
cosas raras, y hermosas, que los profesores y alumnos de Oxford han ido
depositando en este edificio de tono greco. Vemos enseguida el Monumento a los
Mártires, un pináculo muy decorado de estilo neogótico, y nos vamos al centro,
a la Broad Street ,
donde se alza señero el conjunto del primer colegio que vemos, el Balliol,
rodeado por completo de bicicletas. Todo el mundo se mueve en bicicleta por
Oxford. No hay cuestas, y prefieren que no haya polución.
Un café
rápido y a seguir curioseando los colegios: llegamos al Brasenose College, en
el que nos dejan curiosear por todos lados. Un profesor de barbas luengas ni
nos mira y nosotros aprovechamos a colarnos en el comedor, desde cuyas paredes
los antiguos colegiales retratados nos saludan lejanos: allí está William
Golding, y Charles Dodgson al que todos conocen por su seudónimo, Lewis
Carroll. El jardín es pequeño, y por todas partes surgen escudos de armas,
banderolas, avisos de reunión, jóvenes pálidos y señoritas leves. El mundo
oxonense…
Frente a
este Colegio se abre una campa enorme, en la que resplandecen al sol del
mediodía algunos edificios que todos conocemos de oídas, pero que aquí, en
directo, imponen: está la redonda y cupulosa Cámara Radcliffe, el Sheldonian
Theatre, donde se celebran anualmente las ceremonias de graduación (uno cierra
los ojos e intenta imaginar esas filas de lacios muchachos, de canosos
profesores, revestidos de túnicas azules, amarillas, grises, tocados de enormes
gorros variopintos) que cruzan el húmedo patio y entran en la biblioteca Bodleiana
(si escribo la Bodley’s Library me entenderán mejor los entendidos).Y en la puerta
aprovecho un instante para hacerme una foto. Que conste a todos que he estado
aquí, aunque haya sido visto y no visto.
Así vimos el comedor del Colegio Christ Church de la Universidad de Oxford |
Salimos de
nuevo, atravesando el mercadillo donde a mediodía nos comeremos un bocata con
una especie de cerveza mezclada con gaseosa. Y recorremos la alegre Cornmarket
Street , llena de librerías (aquí no hay crisis de libros,
libreros ni editores, por lo que se ve), de tiendas de ropas, de
minisupermarkets… Poco después a la izquierda nos aparece solemne y agrio el
monumental Christ Church College. Cosa más grande, más imponente… los
estudiantes la llaman The House ,
y los sabios le nominan “Aedes Christi” o casa de Cristo. Es algo más que un
Colegio: su capilla es también la catedral de la diócesis de Oxford, y hace
muchos siglos fue monasterio de San Frideswide, de monjes agustinos, hasta que
Enrique VIII, rabioso con los católicos por no permitirle divorciarse, los echó.
Sin duda que el Christ Church es el college más aristocrático de Oxford. De él
han salido, en el último siglo, trece Primeros Ministros, aunque hoy la masa
estudiantil está muy homogeneizada, y acuden a estudiar en él gentes de todas
las clases sociales (siempre que tengan dinero para pagar la matrícula, claro
está). En este lugar, mágico y verde, sobrio y brillante, discurren escenas de
novelas clásicas (Alicia en el País de las Maravillas, o las aventuras de Harry
Potter) y de películas famosas (“La Brújula dorada” entre otras). Su
arquitectura, solemnemente británica, se ha copiado en las universidades de
Galway (Irlanda), Chicago y Cornell (USA) por ejemplo. Nos colamos en el
comedor también, siendo cercana la hora de comer. Ha sido un instante, y he
podido hacer una foto de la mesa preparada. Juzgue el lector por lo que vea.
Desandamos la Saint Aldate ’s
street, y por la calle mayor de la ciudad nos dirigimos a ver otro de los
clásicos, el All Souls College, cuyo nombre auténtico y completo es The Warden and College of the Souls of all
Faithful People deceased in the University of Oxford). No tiene estudiantes
de pregrado, solo universitarios, y su característica es que todos sus miembros
se convierten automáticamente en Profesores y miembros del cuerpo de gobierno
del college. Cada año, al final del curso, los graduados en Humanidades son
invitados a acudir a los exámenes de cultura clásica, inglés, economía, historia,
derecho, filosofía y ciencias políticas para conseguir un puesto en el cuerpo
de gobierno y profesorado del College. Cada año se eligen a dos personas para
estos puestos. A estos miembros se les
conoce como “Miembros afortunados”, y durante siete años profesorean, cobran y
rigen el Colegio. Es este uno de los colleges más ricos con un presupuesto de
más de 250 millones de libras anuales. Aquí se desarrolla la novela de Javier
Marías “Todas las almas” (como es lógico, o no?).
Ya a media
tarde, y de regreso hacia el autobús, sintiendo de verdad dejar esta ciudad
extraordinaria, tranquila, burbujeante, pasamos a ver el Exeter. Es el cuarto
colegio más antiguo de esta Universidad, tiene exactamente 700 años de vida
(fue fundado en 1314 por sir Walter Stapeldon, obispo de Exeter y tesorero del
rey Eduardo II de Inglaterra: lo hizo para formar una docena de clérigos, y su
lema desde entonces es “Floreat Exon” que como todos mis amigos lectores saben
quiere decir “Deja que Exeter florezca”. Sobresale de sus edificios la torre Palmer , y la
capilla que imita nada menos que a la Sainte Chapelle de
Paris. No puede haber nada más exquisito, aunque sea una copia. Hasta 1979 no
aceptó mujeres, pero una vez que lo hizo, en 1993 se eligió por rectora del
Exeter a Marilyn Butler, economista de pro.
Y esto es
todo, porque no es para marear tanto contar de colleges, de librarys y de
museums…. Oxford da para mucho, me imagino que Oxford da para una vida entera.
Yo pasé solamente un día, pero me dejó un buen recuerdo. Este que acabo de
escribir.
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