7 de abril de 2012

Oxford, el alma de la Gran Bretaña


El viajero posando en la puerta
de la Biblioteca de Oxford

Antonio Herrera Casado / 15 Septiembre 2011
El alma de la Inglaterra sabia, intelectual y ecuánime está en Oxford. Todos sus primeros ministros, desde hace siglos, han salido de sus aulas. ¿Una tradición? No, una consecuencia lógica: en Gran Bretaña solo gobiernan los sabios. O casi.
He pasado un día correteando por las calles anchas y solemnes de Oxford. Todo rezuma elegancia, y a la vez alegría. El día, por suerte, no fue gris, como suele, sino luminoso a ratos, y en todo caso seco. Nos dejó el autobús a los viajeros que veníamos de Londres (100 kilómetros separan la City de esta localidad universitaria) frente al Asmolean Museum, en el que se guardan un millón de cosas raras, y hermosas, que los profesores y alumnos de Oxford han ido depositando en este edificio de tono greco. Vemos enseguida el Monumento a los Mártires, un pináculo muy decorado de estilo neogótico, y nos vamos al centro, a la Broad Street, donde se alza señero el conjunto del primer colegio que vemos, el Balliol, rodeado por completo de bicicletas. Todo el mundo se mueve en bicicleta por Oxford. No hay cuestas, y prefieren que no haya polución.
Un café rápido y a seguir curioseando los colegios: llegamos al Brasenose College, en el que nos dejan curiosear por todos lados. Un profesor de barbas luengas ni nos mira y nosotros aprovechamos a colarnos en el comedor, desde cuyas paredes los antiguos colegiales retratados nos saludan lejanos: allí está William Golding, y Charles Dodgson al que todos conocen por su seudónimo, Lewis Carroll. El jardín es pequeño, y por todas partes surgen escudos de armas, banderolas, avisos de reunión, jóvenes pálidos y señoritas leves. El mundo oxonense…

Frente a este Colegio se abre una campa enorme, en la que resplandecen al sol del mediodía algunos edificios que todos conocemos de oídas, pero que aquí, en directo, imponen: está la redonda y cupulosa Cámara Radcliffe, el Sheldonian Theatre, donde se celebran anualmente las ceremonias de graduación (uno cierra los ojos e intenta imaginar esas filas de lacios muchachos, de canosos profesores, revestidos de túnicas azules, amarillas, grises, tocados de enormes gorros variopintos) que cruzan el húmedo patio y entran en la biblioteca Bodleiana (si escribo la Bodley’s Library me entenderán mejor los entendidos).Y en la puerta aprovecho un instante para hacerme una foto. Que conste a todos que he estado aquí, aunque haya sido visto y no visto.
Así vimos el comedor del Colegio Christ Church
de la Universidad de Oxford
Salimos de nuevo, atravesando el mercadillo donde a mediodía nos comeremos un bocata con una especie de cerveza mezclada con gaseosa. Y recorremos la alegre Cornmarket Street, llena de librerías (aquí no hay crisis de libros, libreros ni editores, por lo que se ve), de tiendas de ropas, de minisupermarkets… Poco después a la izquierda nos aparece solemne y agrio el monumental Christ Church College. Cosa más grande, más imponente… los estudiantes la llaman The House, y los sabios le nominan “Aedes Christi” o casa de Cristo. Es algo más que un Colegio: su capilla es también la catedral de la diócesis de Oxford, y hace muchos siglos fue monasterio de San Frideswide, de monjes agustinos, hasta que Enrique VIII, rabioso con los católicos por no permitirle divorciarse, los echó. Sin duda que el Christ Church es el college más aristocrático de Oxford. De él han salido, en el último siglo, trece Primeros Ministros, aunque hoy la masa estudiantil está muy homogeneizada, y acuden a estudiar en él gentes de todas las clases sociales (siempre que tengan dinero para pagar la matrícula, claro está). En este lugar, mágico y verde, sobrio y brillante, discurren escenas de novelas clásicas (Alicia en el País de las Maravillas, o las aventuras de Harry Potter) y de películas famosas (“La Brújula dorada” entre otras). Su arquitectura, solemnemente británica, se ha copiado en las universidades de Galway (Irlanda), Chicago y Cornell (USA) por ejemplo. Nos colamos en el comedor también, siendo cercana la hora de comer. Ha sido un instante, y he podido hacer una foto de la mesa preparada. Juzgue el lector por lo que vea.
Desandamos la Saint Aldate’s street, y por la calle mayor de la ciudad nos dirigimos a ver otro de los clásicos, el All Souls College, cuyo nombre auténtico y completo es The Warden and College of the Souls of all Faithful People deceased in the University of Oxford). No tiene estudiantes de pregrado, solo universitarios, y su característica es que todos sus miembros se convierten automáticamente en Profesores y miembros del cuerpo de gobierno del college. Cada año, al final del curso, los graduados en Humanidades son invitados a acudir a los exámenes de cultura clásica, inglés, economía, historia, derecho, filosofía y ciencias políticas para conseguir un puesto en el cuerpo de gobierno y profesorado del College. Cada año se eligen a dos personas para estos puestos.  A estos miembros se les conoce como “Miembros afortunados”, y durante siete años profesorean, cobran y rigen el Colegio. Es este uno de los colleges más ricos con un presupuesto de más de 250 millones de libras anuales. Aquí se desarrolla la novela de Javier Marías “Todas las almas” (como es lógico, o no?).
Ya a media tarde, y de regreso hacia el autobús, sintiendo de verdad dejar esta ciudad extraordinaria, tranquila, burbujeante, pasamos a ver el Exeter. Es el cuarto colegio más antiguo de esta Universidad, tiene exactamente 700 años de vida (fue fundado en 1314 por sir Walter Stapeldon, obispo de Exeter y tesorero del rey Eduardo II de Inglaterra: lo hizo para formar una docena de clérigos, y su lema desde entonces es “Floreat Exon” que como todos mis amigos lectores saben quiere decir “Deja que Exeter florezca”. Sobresale de sus edificios la torre Palmer, y la capilla que imita nada menos que a la Sainte Chapelle de Paris. No puede haber nada más exquisito, aunque sea una copia. Hasta 1979 no aceptó mujeres, pero una vez que lo hizo, en 1993 se eligió por rectora del Exeter a Marilyn Butler, economista de pro.
Y esto es todo, porque no es para marear tanto contar de colleges, de librarys y de museums…. Oxford da para mucho, me imagino que Oxford da para una vida entera. Yo pasé solamente un día, pero me dejó un buen recuerdo. Este que acabo de escribir.

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