Fachada principal del palacio ducal de Lerma. |
Tras visitar con pausa y asombro el monasterio benedictino
de Santo Domingo de Silos, llegan los viajeros a la villa de Lerma, asombro de
caminantes durante siglos, de aquellos que viajaban de un confín a otro de
Hispania, y la meseta castellana la iban atravesando sobre los puentes que
protegían a los grandes ríos que se dirigen al Océano. Junto al río Arlanza se
alza, en un otero, Lerma, y esto es lo que da de sí para visitarla en unas
horas.
La villa de Lerma, declarada Conjunto Histórico Artístico en
1965, es una de las ciudades de estilo herreriano más armónicas y que mejor ha
respetado su arquitectura entre las que se construyeron en el primer tercio del
siglo XVIII. Además, a lo largo del tiempo se ha conservado parte de la
arquitectura popular y los vestigios de épocas y culturas previas. Queda a tan
sólo 37 kilómetros
de Burgos, y en sus cercanías destacan lugares tan emblemáticos como
Covarrubias, Santo Domingo de Silos y San Pedro de Arlanza. Siendo Lerma la
población más importante de toda la comarca. Se accede cómodamente desde Madrid por
la N-I aunque los viajeros llegaron a través de las infinitas curvas que median
desde Silos.
Lo primero que hacen los viajeros, es dirigirse al viejo palacio
ducal, hoy transformado en impresionante Parador Nacional, donde comen
opíparamente. Es esta una de las excelencias de la Cadena de Paradores, ejemplo
en el mundo: la habilitación de antiguos espacios históricos, adecuados a la
hostelería moderna y siempre, siempre, con una cocina de primera, aquí
incluidos los postres clásicos de la España barroca, entre los que se regalan
unas cañas del duque rellenas de crema de vainilla, un pastel de
membrillo y cosas de sartén con dulces blancos.
Patio central del palacio ducal, hoy salón del Parador. |
Ya que están dentro, aprovechan para admirar las dimensiones
y el espacio de este que fue palacio mayor del ducado de Lerma, el hombre que
controló el pais, y sus colonias, mediado el siglo XVII. El Duque de Lerma
aprovechó el emplazamiento del antiguo castillo medieval encargando las trazas
a Francisco de Mora, quien lo empezó y construyó en sucesivas fases, concebido
como morada de los Duques, a la vez que regio aposento para la corte de Felipe
III, con motivo de los retiros cinegéticos en la villa. La disposición es
característica de los palacios castellanos: un enorme patio central (ahora
cubierto y usado de salón) rodeado de galerías columnadas, alternando dos
cuerpos: el primero, de 20 columnas de orden toscano con arcos de medio punto y
el segundo de 20 columnas de orden jónico; siendo las columnas de una sola
pieza. Arranca también desde este patio una suntuosa y amplia escalera
claustral.
Ya fuera, a la brillante luz de la tarde veraniega, los
viajeros se fijan en la fachada principal que está fabricada con recios
sillares, viendo cómo su portada se acompaña de pedestal, columna y capitel a
cada lado, sobremontada por un frontispicio semicircular, con labores de
arquitrabe. Esa fachada, alargada y solemne, queda rematada por una fuerte
cornisa de piedra, elevándose por encima las cubiertas de pizarra, con sus
buhardillas. En las cuatro esquinas se alzan, ahora restaurados con primor, los
cuatro torreones rematados por chapiteles también cubiertos de pizarra, con
gran bola, veleta y cruz. No se pararon a contarlos, pero en las fachadas se
abren 210 balcones de hierro y 135 ventanas entre buhardas y rejas. Dieron por
seguro, al verlo tan limpio y sereno, que volverían a verlo de nuevo, a comer
en sus salones, a pasear sus patios…
Fachada del convento de San Blas, de monjas dominicas, que fueron traidas de la Alcarria por el Duque. |
Y Lerma tiene aún mucho por ver. Los viajeros deambulan en
la tarde calurosa por los conventos que surgen cerca del palacio. Junto al
Palacio, en uno de los laterales, arranca un anillo de conventos y monasterios
que tiene la villa.
El Convento de San Blas tuvo su origen en la Alcarria, cerca de
Cifuentes, y se trasladó a Lerma cuando el duque quiso llenar su villa de
conventos antiguos. Este edificio se construyó entre 1613 y 1617 y en su
interior cuenta con dos tallas de la Escuela Castellana
de Gregorio Fernández: un Cristo Crucificado y una Virgen del Rosario, de gran
calidad artística. De la misma época es el reducto carmelita de Santa Teresa,
que se alza a las espaldas de la Plaza de Santa Clara, donde se levantan las
arcadas sobre la vega del río Arlanza y donde se encuentra la tumba de Jerónimo
Merino Cob, al que llamaron Cura Merino, héroe de la Guerra de la
Independencia, a cuya tumba recoleta le hacen algunas fotos los viajeros.
Hoy es quizás el más famoso de estos conventos de Lerma el de las madres clarisas: por dos cosas, porque se ha llenado con casi cien monjas todas jóvenes y muy modernas, que se han construido piscina en la clausura y disfrutan de ella durante el verano, y porque hacen unos pastelillos de esos que resucitan muertos. Los viajeros no resistieron la tentación de comprar unos cuantos.
El Monasterio de la Madre de Dios, con una decoración bastante austera; el de San Francisco de los Reyes, hoy en manos de particulares, y el de Santo Domingo con una sencilla y soberbia espadaña, completan la lista de edificios religiosos de la villa.
Hoy es quizás el más famoso de estos conventos de Lerma el de las madres clarisas: por dos cosas, porque se ha llenado con casi cien monjas todas jóvenes y muy modernas, que se han construido piscina en la clausura y disfrutan de ella durante el verano, y porque hacen unos pastelillos de esos que resucitan muertos. Los viajeros no resistieron la tentación de comprar unos cuantos.
El Monasterio de la Madre de Dios, con una decoración bastante austera; el de San Francisco de los Reyes, hoy en manos de particulares, y el de Santo Domingo con una sencilla y soberbia espadaña, completan la lista de edificios religiosos de la villa.
Aunque quizás el monumento religioso más singular es la Iglesia Colegial
de San Pedro, un templo que sorprende, en el conjunto ducal, por sus grandes
proporciones y que está rematado por una torre cuadrada, coronada por un
capitel de pizarra. Dentro destaca el retablo barroco dedicado a San Pedro y la
estatua orante del arzobispo de Sevilla, don Cristóbal de Rojas y Sandoval, hermano
del duque fundador, espléndida obra escultórica de bronce.
Siguen los viajeros subiendo y bajando cuestas por Lerma.
Miran la gran puerta de entrada a la villa, la del Reventón (antigua
Plaza de la Villa), la de
La Paloma y sobre todo la galería que barandada se asoma al
valle del Arlanza, que bala la espalda norte del conjunto monumental. Un
recuerdo imborrable queda, tras estos paseos, de Lerma y su conjunto artístico,
que los viajeros anotan en su interminable caminar por los campos de España.
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