2 de junio de 2012

Celebrando el Tercer Centenario de la Biblioteca del Trinity College en Dublin


Sala central de la Biblioteca del Trinity College de Dublin,
y que ahora cumple su Tercer Centenario.

Antonio Herrera Casado / 1 Junio 2012

Vengo de una celebración especial, poco frecuente. Algunos colegas de la Universidad de Alcalá, con buenas relaciones por Europa, me convencieron para acudir a la capital de Irlanda este fin de semana, y estar en el grupo de los editores celebrando lo que un conjunto muy plural de gentes relacionadas con los libros, las bibliotecas, las universidades y la editoriales han venido preparando desde hace meses, y hoy ha llegado a su culminación, con la apertura de los actos que conmemoran el Tercer Centenario de la Biblioteca del Trinity College de la Universidad de Dublín, una de las instituciones culturales y académicas con más alto prestigio en toda Europa.
No puedo entrenerme ni aburrir a nadie con la descripción de los fastos. Solemnes ritos, incluida la procesión académica multicolor por la gran campa del Colegio, en una mañana especialmente soleada para lo que acostumbra ser el triste ámbito de la Dublín lluviosa, y recuerdo a James Joyce, Samuel Beckett, Jonathan Swift, Oscar Wilde y Bernard Shaw, entre otros dublineses que por sus aulas pasaron, y muy probablemente por los pupitres de oscura caoba de esta Biblioteca solemne y espectacular.

El Trinity College es ya, por sí mismo, un universo singular. El recinto “histórico”, a la orilla derecha del río Liffey, frente al gran puente de O’Connell, suma de edificios renacentistas, barrocos, neoclásicos y georgianos, sigue teniendo la magia propia de los lugares en los que tantos han aprendido sus saberes, y muchos otros han gestado sus genialidades. No solo literatos afamados, sino también médicos, físicos, filólogos e informáticos han cursado carrera en este centro plural que fundó la reina Isabel I de Inglaterra en 1592, y que es el único colegio constituyente de la University of Dublin, la universidad más antigua de Irlanda. El Trinity está situado sobre un gran espacio que en sus orígenes estaba fuera de la ciudad, en una gran pradera verde, lo que aún llaman los clásicos el “College Green” frente a las antiguas Casas Irlandesas del Parlamento. Su campus tiene una superficie de 190.000 m² y se conforma de la suma de muchos edificios atractivos, tanto nuevos como viejos, centrados alrededor de grandes patios y dos campos de juego. Me hizo gracia saber que el nombre primigenio, de cuando lo fundó la antipática reina, fue “College of the Holy and Undivided Trinity of Queen Elizabeth near Dublín”.
Ahora que acaba el Trinity Term (que es el tercero de los trimestres en que se divide el año lectivo, justamente el uno de junio empiezan las vacaciones, y es el día que se ha aprovechado para, entre el júbilo general, celebrar este Tercer Centenario. Representantes de las cinco áreas de estudio estaban formando la procesión que se dirigió desde el edificio de los graduados hasta la Biblioteca, atravesando la gran campa y pasando por delante del monolito: eran los rojos de Artes y Humanidades, los azules de Ciencias Sociales y Humanas, los amarillos de las ciencias de la Salud, los grises de Ingeniería y Sistemas, y los verdes de Ciencias Naturales. Una colección de sabios y aspirantes a la antigua usanza. Mucha pelirroja y sonrisas simples. Cierta bondad en la frente y los labios, que es lo que todos los irlandeses e irlandesas exhiben como un ligeramente acomplejado sentimiento de ser los hermanos menores de la grandeza británica, a pesar de tanta lucha y tan largos sufrimientos para alcanzar la independencia.
Mientras la mayoría esperábamos, al sol tibio que hoy salió sobre Dublín, a ver el paso de la comitiva académica, y luego optar a la entrada al recinto mágico de la Biblioteca, se habló de tantas tradiciones y la gran fuerza de este centro universitario. Hay un gran número de Institutos de Investigación asociados al Trinity (el de Investigación en Genérica Neuropsiquiátrica, el de Bio-Ingeniería, y el de Nanoestructuras y nanodispositivos, entre otros), y hay también otra amplia serie de asociaciones, como el centro de investigaciones marinas “Coláiste Mhuire”, el Church of Ireland Theological College, y el Hospital de Saint James, además de las clásicas “uniones” que agrupan tanto a profesores, como a estudiantes y antiguos graduados, que mantienen su permanente contacto en clubes deportivos, (los de cricket, piragüismo y fútbol son los que cuentan con mayor número de asociados) amigos de museos, encuentros gastronómicos y celebraciones singulares, como ha sido precisamente la de hoy, nada menos que la celebración de los tres siglos de su magna Biblioteca. La flor y suma de todos esos contactos se alza a finales de junio de cada año con la celebración del Trinity Ball, el gran baile del Colegio, al que acuden, por rigurosa invitación, y en un ambiente de alta exclusividad, más de 5.000 participantes.
Cartel del Tercer Centenario de la Biblioteca del Trinity.
Pero a lo que vamos, o a lo que me han traído. Hablaré sumariamente de la biblioteca del Trinity, de su aspecto maravilloso, de su contenido inquietante. Este centro es la biblioteca de investigación más grande de Irlanda y una de las relevantes del mundo anglosajón, incluyendo los Estados Unidos. Tiene añadida la categoría de “Biblioteca Nacional” del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, por lo que recibe ejemplares de todo lo que se edita en Inglaterra, Gales y Escocia, más el Ulster, y por supuesto los Estados Unidos y Canadá. Cada año entran en sus almacenes, según me han dicho, más de 100.000 nuevas publicaciones. En estos momentos sus fondos superan los cinco millones de títulos, más colecciones significativas de manuscritos, mapas y música impresa. Además de la gran sala, que realmente es un museo visitable, hay seis salas disponibles para el uso de los estudiantes. De la gran sala revestida de maderas nobles, altas bóvedas y estanterías repletas de viejos volúmenes, con una longitud de 70 metros, quizás lo más destacable es el “Libro de Kells”, que se ha convertido en uno de los símbolos del país irlandés, e incluso en un atractivo turístico para miles de viajeros cada año.
Esta pieza, que es un libro pero mucho más, consiste en un ejemplar miniado a mano sobre pergamino, y también conocido como “Gran Evangeliario de San Columbano”. Fue compuesto por monjes celtas hacia el año 800, en Kells, una localidad de Irlanda. Se considera la pieza principal del cristianismo celta y del arte irlando-sajón, y constituye, a pesar de estar inconcluso, uno de los más suntuosos manuscritos iluminados que han sobrevivido a la Edad Media. Por la gran belleza de sus grandes páginas miniadas, este manuscrito está considerado como uno de los más importantes vestigios del arte religioso medieval. Escrito en latín, el Libro de Kells contiene los cuatro Evangelios del Nuevo Testamento, además de notas preliminares y explicativas, y numerosas ilustraciones y miniaturas coloreadas. En la actualidad el manuscrito está expuesto permanentemente en la biblioteca del Trinity, bajo la referencia MS 58. Y allí he podido verle hoy, brillante, solemne, como sonriendo a todos los que admirados pasábamos ante él, en esta sala noble y oscura, en este día de conmemoración y alegría céltica.

1 comentario:

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