29 de agosto de 2012

Morella, la fiesta de las fiestas

Las santetes del retaule del Sexenni de Morella. 2012.
En primer lugar, Santa Agueda.

Antonio Herrera Casado  /  27 Agosto 2012

Cuando una fiesta se celebra todos los años, generalmente es esperada con ansiedad. Cuando esa fiesta se celebra, solamente, cada seis años, puede calcularse la expectación que genera, entre los habitantes de un pueblo, de una comarca y aún de una nación toda. Esa fiesta es “el Sexenni de Morella”. Y este año, como cada seis, tocaba celebrarla. Con mis amigos valencianos me he acercado hasta el alto peñasco del Maestrazgo, la villa medieval y señera que se divisa, desde kilómetros de distancia, con su castillo en lo alto, y las murallas, los templos, los palacios y los edificios dispersos por sus empinadas laderas. Dado ese espacio de tiempo entre una y otra celebración, lo lógico es que la fiesta dure varios días. Este año se ha desarrollado entre el jueves 16 de agosto y el martes 28 del mismo mes. Se inicia con la peregrinación o romería que todas las gentes del pueblo hacen al Santuario de la Vallivana, donde se reciben a las “colonias” de emigrantes y se venera a la Virgen patrona de la villa y su entorno, llevándola luego en procesión, hasta la altura de la villa, en compañía de los jarales de montaña.
La fiesta en sí, el Sexenni, se desarrolla en el pueblo, y esos doce días ven dos cosas principalmente (muchas otras quedan entre los amigos, los familiares, los recuerdos, los ritos antiguos, las canciones…) pero al que llega de fuera le merece la pena, sobre todo, contemplar dos hechos: uno, la colección de escenas coloristas, impresionantes dibujos y filigranas [los retaules que llaman] que cada barrio cuelga en las paredes de sus casas, hechos sobre grandes tablas con papeles de colores, recortados y pegados, en un trabajo de paciencia, entusiasmo y filigrana que dura seis años. Dos, el desfile del “retaule” o gran procesión cívica, en la que una tras otra van los gremios, los grupos, los danzantes, los gigantes y cabezudos, los cuadros bíblicos, y las autoridades…


Los cuadros de papel

La esencia colorista del Sexenni surge del papel. Durante largo tiempo, todas las gentes y vecinos de una calle (y esto en cada calle del pueblo) preparan una serie de paneles en los que pintan imágenes, paisajes, figuras, realizadas con papeles muy pequeños, rizados, trenzados, y pegados en su debido lugar, para componer espectaculares imágenes. No hay competición ni ganadores: simplemente cada calle se expresa en un tema y de una manera.
Lo que fue siempre cuadro de color ha ido evolucionando paulatinamente, y este año se ha visto con mayor nitidez, a una imagen volumétrica y aún de diseño urbano. Así, en la calle de la Fuente han puesto una serie de cuadros representando carteles de películas infantiles, pero con las figuras de esa películas (los Simpson, la pantera rosa, Batman escalando la fachada de una casa, etc.) como esculturas, y aún explicaciones y secuencias de la realización en forma de películas sobre plásticos. En otra calle, al inicio de la mayor, los vecinos han puesto composiciones de tejidos antiguos, sobre paneles y sujetos por hilos a las fachadas, en un espectacular efecto tridimensional. En todo caso, solo por recorrer Morella contemplando (lleva un día entero hacerlo) los retaules de papel (esencia del arte efímero con raíces en el barroco) que se montan cada seis años, merece hacer el viaje.

El retaule

La otra gran atracción del Sexenni es la procesión cívica que recorre las empinadas calles de la villa, desde la iglesia colegiata, a la terminación de los oficios religiosos, discurriendo por todas las calles engalanadas. Se hace así desde que a finales del siglo XVII, y tras la promesa por haber salido salvos de una epidemia de peste, se instituyera esta fiesta.
La procesión, lenta y musical, entre aplausos y música, es sostenida por gentes de la localidad, especialmente constituidas en gremios: grupos sociales que se encargan cada uno de mantener un día entero la fiesta, y dar lustre a cada uno de los cuadros del retablo.
Este se inicia con los músicos y el coro del pueblo, y le siguen los danzantes de cada gremio: los torneros que ejecutan saltos en el aire y lanzan barras a gran altura, los tejedores con sus rojos trajes que danzan, y los miembros de las artes y los oficios que reproducen sus tareas en pequeños cuadros callejeros. Muchachas danzan, ataviadas con trajes masoveros, aragoneses y valencianos, en los grupos de la Corronquina y las Gitanetes, y entre ellas desfilan las vírgenes (niñas que ese año hicieron la primera comunión con palmas), las “santetes”, representadas por muchachas que portan sus símbolos (Santa Lucía, San Agueda, Santa Bárbara, Santa Catalina, Santa Filomena…) y las reinas bíblicas, capitaneadas por David que es un niño que porta en lo alto de un palo la enorme cabeza cortada de Goliat y presididas al final por la reina Esther, ataviada con riquísima capa dorada.
Este año, el día que hicimos la visita al retaule del Sexenni, el último de los 8 dias que puntualmente hace el recorrido, estaba dedicado al Gremio de la Juventud. En esta ocasión, desfilaron todos los que lo forman en el pueblo, y que son cientos, ellos ataviados de traje y corbata, y ellas de elegantes vestidos y mantillas. En definitiva, una fiesta de color, de música, de alegría y de civismo. Una sorpresa que siempre conviene destacar para que otros lo vean y se entreguen al gustazo de verse inmersos, un día entero, en esta gran celebración levantina.

La calle mayor de Morella,
decorada con flores de papel,
en el Sexenni de 2012.


La hora de comer

La hora de comer llega cuando el retaule de Morella continúa por las calles bajas del pueblo. Aunque conviene reservar previamente, los viajeros se dirigen al más conocido y acreditado restaurante de la villa, "Casa Roque", en uno de cuyos amplios salones, decorado con antiguos "cuadros" del Sexenni, somos atendidos por la dueña del establecimiento, la entrañable Concha, que nos sugiere algunas cosas para que el hambre se calme y el gusto se asombre. De ahí que nos metemos al cuerpo, antes de empezar, tres aperitivos de fábula: Delicias de champiñón con aceite de trufa (el champiñón crudo, naturalmente), humus de garbanzos con rosquilletas de verduras y migas de pastor con huevos y uvas, cortado y revuelto por la dueña. De segundos, uno se pidió ternasco del Maestrazgo, otra una crépe de verduras y el que suscribe se animó a probar un cuenco solemne de pote morellano en el que subían y bajaban los garbanzos y las alubias entre pizcas de pimienta y fragmentos de oreja. De postre, dulce de higos al café, y por remate, un pequeño vidrio de licor de La Balma, todo exquisito. Esta Casa Roque es la apuesta segura y la primera que el viajero a Morella debe hacer siempre que quiera darse un banquetazo. 

3 comentarios:

  1. Es exacta y precisa punto por punto, la descripción aquí hecha. Asistí en calidad de fotógrafo ese año - 2012 - y fue un auténtico goce recorrer las calles engalanadas una y otra vez, hare un chiste si se me permite, como dijo Terminator: VOLVERE!

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  3. A propósito, comi magníficamente en casa Roque!

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