El castillo de los Mendoza, en Manzanares el Real (Comunidad de Madrid) |
Breve pero jugosa la excursión de un mañana de otoño frío
por la sierra de Madrid. Los viajeros se trasladan, desde Guadalajara, por
carreteras tranquilas hasta la localidad madrileña de Manzanares el Real, donde
no tardan en buscar la puerta de acceso para visitar el castillo de los Mendoza, una pieza patrimonial de gran envergadura. La entrada se hace por la
parte trasera del monumento, aunque las mejores fotografías, y más de mañana,
se hagan desde la cara frontal. En la recepción, donde se paga una pequeña
cantidad que supone una ayuda al mantenimiento del conjunto, se consiguen
algunas guías de monumentos especiales (puentes, palacios, museos) de la Comunidad
de Madrid. El recorrido hasta entrar al interior, se hace por plataformas y
miradores que nos proporcionan vistas estupendas del valle del río Manzanares y
del embalse que con sus aguas sirve para nutrir de líquido potable a la capital
de España.
En el castillo sorprende la monumentalidad y fuerza, la
buena conservación y la belleza de líneas de su arquitectura. Este castillo lo
mandó construir don Diego Hurtado de Mendoza, primer duque del Infantado, y
hermano del Cardenal de España, don Pedro González de Mendoza, canciller de los
Reyes Católicos. Se encargó de su diseño y dirección el arquitecto francés Juan
Guas, quien aportó detalles ornamentales muy similares a los que en esos mismos
años, última década del siglo XV, estaba poniendo en el palacio del duque en
Guadalajara. Aquí construye algo más específico: un castillo de defensa
militar, que a un tiempo viene a ser palacio residencial. Su figura exterior es
magnífica, con una planta más bien cuadrilátera, reforzada en sus esquinas por
torres cilíndricas, y en la fachada orientada al sur la entrada que se
constituye por un arco entre dos torreones reforzados. Tiene una estructura
defensiva exterior, con paseo de ronda, y defensas asaetadas en los garitones,
englobando a la estructura del castillo, de altos muros y poderosas torres, que
muestra su entrada en pared distinta de la que permite el acceso desde la
defensa exterior. Ese modo de acceso en zig-zag es muy propio de la
arquitectura militar medieval, de signo claramente defensivo.
En el interior del castillo, hay zonas que nos muestran la historia de los Mendoza y su legado histórico y artístico. |
En el interior, las amables guías nos van dando
explicaciones y llevando a ver lo más interesante de un edificio ahora
museizado: un vídeo nos transporta e inicia a los momentos de la construcción
del castillo, y por salas diversas nos van mostrando recuerdos de los Mendoza,
cuadros, retratos, armaduras, muebles… aunque el edificio sigue perteneciendo a
los duques del Infantado (hoy familia Arteaga) está donado por estos a la
Comunidad por un estipendio anual simbólico, durante un siglo.
Quizás lo más vistoso del interior es el patio, que semeja
ser de palacio más que de castillo. Dos plantas tiene, sostenidas por columnas
esbeltas de corte gótico, y arcos rebajados. En sus muros se han puesto grandes
escudos armeros rescatados del entorno castillero. Y arriba, tras pasar por
salas con tapices, estrados de damas, comedores y capillas, los viajeros salen
al aire gélido del otoño serrano para ver la galería superior, y las torres
cuajadas de bolones en sus muros. Las banderas restallan impulsadas por el
viento norte, y a ratos caen chubascos de nieve que dejan las manos y las
narices ateridas. Pero en esa galería es donde Guas dejó lo más elegante de su
estilo, y merece contemplarse de cerca.
Fuera ya del castillo, los viajeros pasean por Manzanares y
alcanzan a subir al parquecillo que hoy contiene los restos del viejo castillo
donde seguro vivió el marqués de Santillana. Antes han pasado a dar un vistazo
a la iglesia parroquial de Nuestra Señora de las Nieves, hoy completamente
restaurada, luciendo su sinfonía de capiteles y escudos mendocinos como
expresión del mecenazgo de sus señores. Un libro muy detalloso nos refiere la
historia de este templo y las piezas artísticas de valor que alberga.
Finalmente, los viajeros reponen fuerzas y calientan sus ateridos
cuerpos en la cálida estancia del Restaurante “
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