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El Circo romano de Verona |
Miguel Romero Sáiz / 2 Noviembre
2012
Los instantes mágicos son
irrepetibles, porque el lenguaje del amor está en los ojos. Uno, al pasear por
Verona te invade ese silencio que hace que huela a besos porque la imaginación
es más importante que el propio conocimiento.
Verona tiene todo eso. Belleza,
silencio, amor a raudales, puro sentimiento, historia y arte. Todo se mezcla
con todo.
Es un destino que hay que
cumplir, porque esa ciudad reúne en sí misma todo el más alto contenido idílico
que se pueda pensar. Entre sus callejas, al lado de su río Adige, cruzando su
maravilloso puente romano y medieval, junto a la Torre Alberti, tal vez
visitando sus maravillosos templos religiosos donde San Lorenzo Mayor, la
basilical de San Zeno como prototipo, Santa Giorgeta o Santa Anastasia, te
envuelven en ornamentación gótica y te conducen hacia su Doumo o catedral como
centro neurálgico de una ciudad hecha para la visita y el disfrute.
No os perdáis sin visitarla, de
verdad, es un punto de encuentro, es una ciudad ideal para compartir
sentimientos, alojarse en excelentes hoteles o degustar su cocina en buenos
restaurantes, tal vez el Maffei en la misma plaza Erbe, entre un arco de
entrada a un patio claustral toscano, en ese mismo foro de encuentro y centro
de la red radial de callejas de una ciudad medieval de puro encanto, podría ser
una buena opción.
¿Dónde se encuentra?
Está en la región del Véneto, a
120 kilómetros de Venecia, la ciudad de los canales y a una distancia adecuada
de Milán. Muy cerca del famoso Lago de Garda, el más grande de Italia.
Su castillo de Castelvechio,
sobre el citado río Adige te sumerge en la historia más solemne, no sin antes
visitar el Anfiteatro romano de nombre Arena, uno de los más importantes del
mundo romano y el segundo en tamaño detrás del Coliseo romano, donde
actualmente se celebran constantes conciertos y actos solemnes de cultura y
música.
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El palacio de Verona. |
¿Cómo ir?
Varios son los medios de
locomoción que te pueden llevar. Por aire, en su aeropuerto en temporada
vacacional o en el de Milán a lo largo de todo el año; tal vez por carretera
como fue mi experiencia, bien en coche de alquiler por la E-64 desde Milán,
cruzando la bella Bergamo, colgada en la historia y el tiempo o en autobús,
desde Venecia por la E-70 o A-31 y por tren, en un viaje de ensueño, llegando a
la Estación de Santa Lucía, con trenes cuyo intervalo de una hora, te hacen
fácil y cómodo el trayecto.
¿Qué ver?
Infinidad de monumentos, calles y
callejas medievales, plazas insignes y maravillosas, fuentes y edificios
solemnes. El recorrido por Verona es excepcional. Por el día llegar a la plaza
Erbe después de un recorrido por diversas calles ampulosas y plazuelas de
encanto. Esta plaza es la más conocida de todas y sirve de foro de encuentro
donde un mercado durante el día te sumerge en las compras más inverosímiles:
desde un producto de artesanía, hasta lámparas o máscaras de Carnaval. Sus
edificios que le rodean y su fuente en el centro, hacen de ella, la más bella
de todas.
Al lado y pasando por un estrecho
arco llegas a la plaza del mercado o plaza de la Señoría, donde se concentran
los puestos de alimentación. Allí, el chocolate, los quesos, ¡ah los quesos¡,
riquísimos y qué decir de los dulces y el vino, productos que te engalanan en la
gastronomía más selecta de toda Italia. Coronando la misma, la famosa Torre
Laberti en ese estilo toscano donde los ladrillos de colores en trenzado
horizontal por tonalidades te advierte de su belleza.
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El puente de Verona |
Esta torre es el mirador de
Verona, alcanza los 84 metros de altura y su estructura arquitectónica fue
iniciada en el siglo XII y finalizada en el XVI:
No podemos dejar de lado la
Verona histórica con su castillo Castelvechio y su puente romano, el arco
también de época imperial, su puerta Borsaria, cruzarla mientras contemplas sus
escaparates y tiendas, al lado de cafeterías que dejan su terraza colgada al
río. Luego, sus barrios aledaños donde la gente humilde comparte su vivienda
con los restos de la Roma clásica, en el teatro y sus fuentes.
El mejor recorrido la Vía
Manzini, la que te llevará cruzando el anfiteatro hasta la misma plaza del
Duomo o, tal vez, recorrer el mismo curso del río y seguir por la calle
Panvinio o Cavour, calles selectas en edificios y rincones soñados.
La Verona romántica.
Y dejamos para el final, el sueño
de los enamorados, de las miles de parejas que llegan a esta ciudad para
recordar el amor apasionado de Romeo y Julieta, aquellos amantes que idealizara
Shekaspeare en su obra universal, en ese patio donde el balcón de Julieta ondea
mientras cientos de jovenzuelos procuran hacerse la fotografía de rigor subido
en el mismo. En el túnel de paso, miles de firmas, frases y colores de amor
decoran sus paredes. Todo lo cubre el amor apasionado, el sentimiento puro de
quienes llegan con la ilusión de seguir manteniendo su amor. Al lado, la plaza
de la Independencia y el puente Nuevo.
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El palacio de los amantes en Verona. |
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