Plaza Mayor de Albarracín (Teruel) |
Viaje de un día hasta
Albarracín, provincia de Teruel, corazón de la Sierra turolense, entre montañas
ásperas, pinares y barrancadas, espacio donde nacen un montón de ríos que luego
riegan España por un costado y otro: el Tajo, el Guadalaviar, por supuesto, el
Júcar, el Jiloca… sus aguas se van al Océano, al Mediterráneo, y antes dejan
unos paisajes de intenso verdor, de portentosa ostentación vegetal.
La excursión la ha
organizado la Asociación de Amigos de la Biblioteca Provincial de Guadalajara,
que es capaz de montar continuamente actos culturales y reuniones de interés
para todos sus asociados, unidos por el común amor a los libros y a la lectura.
Gracias a su presidenta, María Antonia Cuadrado, y a otros colaborador@s, todo
sale a la perfección, como ha salido este viaje a Albarracín, sorpresa para
muchos, recuerdo renovado para otros cuantos.
Una ciudad de película
La Ciudad de Albarracín es
Monumento Nacional desde junio de 1961. En diciembre de 1996 recibió la medalla
de oro al Mérito en las Bellas Artes.
Actualmente se encuentra propuesta por la UNESCO para ser declarada Patrimonio de la Humanidad. Es un prodigio de belleza urbana, pero también es un lugar que se ve sistemáticamente cuidado, querido, pulcramente tratado por sus autoridades y vecinos. Esas cosas se notan, y más cuando uno recorre sus calles y plazas, todas cuestudas, admirando cada rincón y cada esquina.
Actualmente se encuentra propuesta por la UNESCO para ser declarada Patrimonio de la Humanidad. Es un prodigio de belleza urbana, pero también es un lugar que se ve sistemáticamente cuidado, querido, pulcramente tratado por sus autoridades y vecinos. Esas cosas se notan, y más cuando uno recorre sus calles y plazas, todas cuestudas, admirando cada rincón y cada esquina.
En Albarracín no hay
monumentos especialmente relevantes. Todo lo que vemos (desde la catedral,
hasta el Ayuntamiento, y desde el palacio episcopal al castillo en lo alto) es
muy común, sin grandes perfiles. Pero lo mejor es ver como todas esas cosas se
articulan en un conjunto sereno y completísimo: las callejuelas, las cuestas,
las escalinatas, las placitas, que abrigan una ordenada sucesión de edificios
tradicionales, curtidos en los siglos, oscuros de agua y nieblas, abrigados de
maderas y humos.
Albarracín se descubre, se
venga desde donde se venga, en un instante: aparece como por arte de magia,
entre los empinados cerros pétreos. Y uno al principio se arma un lío de ver
tan altos picos junto a tan profundos cañones, mientras por aquí y por allá se
empinan los muros almenados de sus murallas. En realidad, el pueblo (la Ciudad,
como aquí se llama) está establecido sobre un peñón al que rodea el río
Guadalaviar (que luego se nombrará “Turia” y desembocará muchos kilómetros
adelante en la ciudad de Valencia sobre el Mediterráneo). Tiene un Arrabal y un
Barrio, pero el conjunto histórico se encuentra rodeado de la vieja muralla.
Con un castillo (del que quedan escasos restos) en lo más alto, da la imagen
perfecta de un burgo medieval, que fue potente y cabeza de un territorio, de un
señorío, independiente, durante siglos, como le pasó a su vecino el Señorío de
Molina.
En el caso de Albarracín,
fueron los Ruiz de Azagra sus primeros señores, y de aquí surgió una “nueva
nobleza” entre las que destacaron los Garcés, los Marcilla, los Dolz de Espejo
y los Navarro de Alzuriaga, de los que quedan caserones y escudos por las
esquinas. Territorio ocupado por mozárabes, y luego por los bereberes de la
tribu de los Ben Razi, serían los reyes aragoneses quienes la conquistaran
quedando en ese reino para siempre, aunque muy independiente (por su
aislamiento geográfico) durante largos tiempos. Parece inverosímil que una
ciudad y un territorio de tan escasa población, llegara a atener un obispado
propio. De esos tiempos es la Catedral, y el palacio arzobispal, y el castillo…
Cosas que ver en Albarracín
Yo diría, -y es lo que hemos
hecho en esta ocasión los Amigos de la Biblioteca- que más que visitar
monumentos concretos, el viajero debe andarse el pueblo, subir y bajar, mirar a
lo alto continuamente.
Casa de la Julianeta en Albarracín |
Así veremos con facilidad el
castillo, erigido sobre un peñasco escarpado, y del que sabemos, por un
documento de 1581, que tuvo en su día tres puertas, de las que sólo se conserva
la única actual. Su cerco amurallado consta de once torres de planta circular
dominante, y un único torreón cuadrado, conformando en total una superficie de
3.400 m². de gran interés arqueológico. Actualmente es gestionado por la Fundación
Santa María de Albarracín, y a quien escale hasta su cima le ofrecerá
unas vistas estupendas y una evocación real.
Desde la plaza mayor,
sencilla y entrañable, sube la calle de la Catedral que es una
de las más importantes de la ciudad, y que fue la calle principal de la ciudad
en el siglo X, donde se encontraba la única puerta de la muralla, entre lo que
hoy es la Casa de Cultura y Correos. En esta calle destacan tres edificios: la Casa
de los Monterde, la Catedral y el Palacio Episcopal y un mirador
que se hizo sobre los solares de varias casas destruidas hace años.
No hemos podido en esta
ocasión pasar a visitar la Catedral, porque se mantiene en obras desde hace
años. Fue edificada primitivamente en el siglo XII sobre la parte más elevada
de la ciudad, en el emplazamiento de la antigua mezquita musulmana y que sería en
su origen de traza románica, pero luego en el siglo XVI se reformó y ensanchó
tal como hoy la vemos. Esta catedral de Albarracín tiene mala visión, porque no
tiene apenas portada, debido a lo escabroso del terreno sobre el que asienta.
Está acompañada de un poderoso campanario de planta cuadrada. Y en su interior,
de una nave, destaca el enorme retablo mayor, de Cosme Damián Bas, con
esculturas policromadas: de lo mejor del arte renacentista aragonés.
La Casa de los
Monterde es el edificio con mejor traza y más cuidada construcción de toda
la ciudad. Está en la plaza que preside la catedral. La fachada presenta noble
portalón rematado con gran escudo y bella rejería en ventanas y balcones.
Enfrente a la Casa de los Monterde se halla el Palacio Episcopal, del cual
destaca su monumental escalera, rematada en torre-lucernario y en cuyo techo
aparece el escudo del obispo Juan Francisco Salvador y Gilabert. En el piso
alto se conservan salones que servían de residencia al prelado, junto con la
capilla decorada con ingenuas pinturas. En el lado que mira hacia el río tiene
una bella galería de madera, elemento también característico de la arquitectura
de Albarracín. Actualmente es la sede de la Fundación Santa María de Albarracín.
A todos nos llama la
atención, entre las callejas que van y vienen, la Casa de la Julianeta,
vieja construcción tradicional que da a dos calles y que hoy está habilitada
como Taller Creativo. Es la esencia de Albarracín, y por eso la pongo en imagen
junto a estas líneas.
Los viajeros, alegres y confiados, suben y bajan toda la mañana por escaleras pronunciadas, cuestas increíbles y atajos con vistas. En todo caso, un magnífico recuerdo el de este viaje, en plena primavera exuberante de verdes, que habrá que repetir en nueva ocasión, sin duda, para enseñar este pueblo maravilloso a quienes aún no lo conozcan.
Los viajeros, alegres y confiados, suben y bajan toda la mañana por escaleras pronunciadas, cuestas increíbles y atajos con vistas. En todo caso, un magnífico recuerdo el de este viaje, en plena primavera exuberante de verdes, que habrá que repetir en nueva ocasión, sin duda, para enseñar este pueblo maravilloso a quienes aún no lo conozcan.
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