4 de mayo de 2013

Un día en Francfort

La Römerberg de Francfort, o plaza del Ayuntamiento.

Antonio Herrera Casado  /  2 Mayo 2013

Un solo día ha bastado para conocer Francfort en su esencia. Porque casi todo lo que se ve en la ciudad es nuevo, o meticulosamente reconstruido, tras el planchado que las fuerzas aéreas norteamericanas le hicieron a la ciudad en 1944. Es esta la capital financiera y competitiva de Alemania pero también es un buen lugar para disfrutar de las artes, a las que dedica más presupuesto que cualquier otra ciudad de Europa. La Feria del Libro de Francfort, que nos ha traído hasta ella, es uno de los acontecimientos culturales del Continente, sin duda.
La esencia de Francfort está en el barrio del Viejo Sachsenhausen (la Casa de los Sajones), que ha sido no solo reconstruido al detalle, sino que se ve mezclado con inmensos edificios de ultramodernista concepto. Se encuentra al sur del río Main, que divie a la ciudad en dos, y en sus calles se mantiene la alegría y las prisas, los viejos escudos rescatados y las cervecerías suculentas. Desde esta visita me ha entrado la pasión por el Apfelwein, que es una especie de sidra suave, o vino hecho con manzana, del que se bebe sin parar y no pasa nada…
A Francfort va el turista a visitar su plaza grande, la del Ayuntamiento, a la que llaman Römerberg (la colina de los romanos) donde luce el viejo edificio comunal, la iglesia de San Nicolás y un montón de bien alineadas, coloristas y elegantes casas de vecinos y tiendas, en un estricto estilo germánico, que maravilla y deja sentirte a gusto en su en medio, donde se alza la típica fuente de bronce viejo, la Gerechtigkeitsbrunnen con la estatua de la Justicia en lo alto. Eso sí, sabiendo en todo caso que aquello es nuevo como traje de primera comunión. Casi nada quedó tras la guerra, y todo se ha reconstruido tal como fue clasicamente. En la catedral, que se encuentra cerca, hay fotografías de cómo quedó la ciudad, tras los bombardeos de 1944… solo un muñón, la torre catedralicia, sobresalía sobre una vasta extensión de ruinas. Como para asustarse de lo de Hiroshima y Nagasaki: esto fue peor, inmensamente peor.
El viajero ante el edificio de la Rathaus de Francfort
Nadie se acuerda ya, o no quiere acordarse, de aquello. A trabajar todos, a correr, a moverse en los tranvías, a llenar la Zeil Strasse de tiendas y almacenes. Esta calle de Francfort lleva fama de ser el lugar donde más caro se vende el metro cuadrado comercial de toda Europa.
Aquí no debe perderse el viajero la visita del Centro Comercial Zeil Galerie, obra en 1992 de los arquitectos Kramm y Streigal, tenida por una revolucionaria concepción de lo que es un centro comercial. Una rampa suave y en caracol ascendente nos lleva a la terraza, desde donde se disfruta de un panorama inolvidable, con el skyline de Francfort casi al alcance de la mano. Esa línea de horizonte de la ciudad alemana es, sin duda, la más parecida al Manhattan neoyorkino que existe en toda Europa.Un paseo tras otro, al tímido sol de la primavera, y una comida frugal en la Grosse Rittergasse, sirven de impasse para la espera a tomar el avion de vuelta. Sin duda aquí se siente latir Europa (aunque solo sea por ver alzada la mole del Banco Europeo, todo reflejos y azules con estrellitas) y ver como por los andenes de la Hauptstation del metro/tren van alternando los vagones del Ubahn con los rápidos de Amsterdam, de Zürich, de Paris… el centro del continente, su corazón monetario, y junto a Berlin el verdadero núcleo de decisiones. Nos volvemos a la Alcarria, donde nacimos, y quedamos pensando en que siempre es mejor volver al origen pausado donde uno espera sus últimos días.

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