7 de septiembre de 2013

En el castillo de Villena

Vista general del Castillo de la Atalaya, en Villena

Antonio Herrera Casado  /  14 Junio 1998

Los viajeros han dedicado el día a visitar las fortalezas de la frontera de Castilla, en el alto valle del Vinalopó, en tierras de Alicante. Tras pasar la noche en la ciudad costera, y darse una vuelta por los amables entornos del paseo marítimo alicantino, dirigen sus pasos hacia las alturas de Albacete, pasando por las poblaciones de este reseco entorno. Al fin, dan con sus pasos en la localidad de Villena, junto a la autopista, y de dirigen a visitar su castillo, porque la silueta de este monumental edificio llama con fuerza.
El castillo de Villena recibe los nombres de “Castillo de la Atalaya” o “de los Pacheco”, que fueron sus constructores en la Edad Media.  De gran efecto estético en la distancia, este castillo feudal tuvo una gran importancia estratégica, situado en el alto valle del Vinalopó, guardando altivo la frontera con Castilla. Situado en el cerro de San Cristóbal, domina todo el valle de Villena y la ciudad que se extiende hacia el sur. Se encuentra hoy en perfecto estado de conservación, habiendo recibido de la Generalitat Valenciana una adecuada restauración y mantenimiento.
De su estructura puede decirse que consta de un doble recinto amurallado que tiende al rectángulo, cuyos muros están coronados por almenas y flanqueados por torreones circulares. El recinto principal ostenta mayor altura que el antemural. Lo más sobresaliente del conjunto es la torre del homenaje, cuya enorme presencia nos guía en la ascensión, que hacemos sin apenas fatiga. De planta cuadrada, con 14,4 metros de lado y una altura aproximada de 25 metros, presenta dos cuerpos que al interior se dividen en cuatro plantas, las dos inferiores son de época almohade y están realizados en fábrica de tapial, mientras que los superiores son de época cristiana realizados en mampostería y sillarejo coronado por ocho escaraguaitas. Las salas de los pisos inferiores están cubiertas por bóvedas nervadas almohades con arcos entrecruzados de ladrillo, voladas por el general Suchet en 1811 y reconstruidas en 1958. Las salas superiores se cubren, la primera con un artesonado de madera, y la segunda con bóveda de medio cañón de ladrillo. La comunicación entre las diferentes plantas se realiza mediante una escalera cuyo ingreso es de sillería de medio punto. El patio de armas, que refleja en su planta la forma rectangular de todo el edificio,  ofrece potentes torreones en las esquinas; en él se encuentra un aljibe con bóveda de medio cañón.

Torre del homenaje
del castillo de Villena
El castillo es de origen árabe, habiendo sido construido primeramente en torno al siglo IX. No tan espectacular en su forma como ahora, la fortaleza de Villena se rindió a las tropas aragonesas de Jaime I en el siglo XIII, pasando luego  a poder del infante de Castilla Don Alfonso, quién creó el señorío de Villena para su hermano el infante Don Juan Manuel. Con posterioridad el castillo perteneció a la nobleza y es por ello que existen numerosos escudos de armas en el castillo. Los viajeros se percatan de ese detalle, y de las imágenes que quedan, en forma de blasones con alas de águila y castillos, de la memoria del infante Juan Manuel, señor que fue también de otros castillos alcarreños como Cifuentes o Galve. En cualquier caso, este era el primero de la líneas de fortificaciones que supusieron la que se ha llamado “línea del señorío de don Juan Manuel” que le permitía pernoctar cada noche en un castillo de su propiedad, entre Villena, en el Vinalopó, y Peñafiel, junto al Duero.

En su camino hacia la Meseta, los viajeros prosiguen luego por tierras manchegas y albaceteñas, y tras comer en la villa altanera de Alcaraz, acaban el día paseando entre los sugestivos palacios de Villanueva de los Infantes.

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