Vista general del Castillo de la Atalaya, en Villena |
Antonio Herrera Casado
/ 14 Junio 1998
Los viajeros han dedicado el día a visitar las fortalezas de
la frontera de Castilla, en el alto valle del Vinalopó, en tierras de Alicante.
Tras pasar la noche en la ciudad costera, y darse una vuelta por los amables
entornos del paseo marítimo alicantino, dirigen sus pasos hacia las alturas de
Albacete, pasando por las poblaciones de este reseco entorno. Al fin, dan con
sus pasos en la localidad de Villena, junto a la autopista, y de dirigen a
visitar su castillo, porque la silueta de este monumental edificio llama con
fuerza.
El castillo de Villena recibe los nombres de “Castillo de la
Atalaya” o “de los Pacheco”, que fueron sus constructores en la Edad
Media. De gran efecto estético en la
distancia, este castillo feudal tuvo una gran importancia estratégica, situado
en el alto valle del Vinalopó, guardando altivo la frontera con Castilla. Situado
en el cerro de San Cristóbal, domina todo el valle de Villena y la ciudad que
se extiende hacia el sur. Se encuentra hoy en perfecto estado de conservación,
habiendo recibido de la Generalitat Valenciana una adecuada restauración y
mantenimiento.
De su estructura puede decirse que consta de un doble
recinto amurallado que tiende al rectángulo, cuyos muros están coronados por
almenas y flanqueados por torreones circulares. El recinto principal ostenta
mayor altura que el antemural. Lo más sobresaliente del conjunto es la torre
del homenaje, cuya enorme presencia nos guía en la ascensión, que hacemos sin
apenas fatiga. De planta cuadrada, con 14,4 metros de lado y una altura
aproximada de 25 metros, presenta dos cuerpos que al interior se dividen en
cuatro plantas, las dos inferiores son de época almohade y están realizados en
fábrica de tapial, mientras que los superiores son de época cristiana
realizados en mampostería y sillarejo coronado por ocho escaraguaitas. Las
salas de los pisos inferiores están cubiertas por bóvedas nervadas almohades
con arcos entrecruzados de ladrillo, voladas por el general Suchet en 1811 y
reconstruidas en 1958. Las salas superiores se cubren, la primera con un
artesonado de madera, y la segunda con bóveda de medio cañón de ladrillo. La
comunicación entre las diferentes plantas se realiza mediante una escalera cuyo
ingreso es de sillería de medio punto. El patio de armas, que refleja en su
planta la forma rectangular de todo el edificio, ofrece potentes torreones en las esquinas; en
él se encuentra un aljibe con bóveda de medio cañón.
Torre del homenaje del castillo de Villena |
El castillo es de origen árabe, habiendo sido construido primeramente
en torno al siglo IX. No tan espectacular en su forma como ahora, la fortaleza
de Villena se rindió a las tropas aragonesas de Jaime I en el siglo XIII,
pasando luego a poder del infante de
Castilla Don Alfonso, quién creó el señorío de Villena para su hermano el
infante Don Juan Manuel. Con posterioridad el castillo perteneció a la nobleza y
es por ello que existen numerosos escudos de armas en el castillo. Los viajeros
se percatan de ese detalle, y de las imágenes que quedan, en forma de blasones
con alas de águila y castillos, de la memoria del infante Juan Manuel, señor
que fue también de otros castillos alcarreños como Cifuentes o Galve. En
cualquier caso, este era el primero de la líneas de fortificaciones que supusieron
la que se ha llamado “línea del señorío de don Juan Manuel” que le permitía
pernoctar cada noche en un castillo de su propiedad, entre Villena, en el
Vinalopó, y Peñafiel, junto al Duero.
En su camino hacia la Meseta, los viajeros prosiguen luego
por tierras manchegas y albaceteñas, y tras comer en la villa altanera de
Alcaraz, acaban el día paseando entre los sugestivos palacios de Villanueva de
los Infantes.
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