19 de enero de 2018

Haciendo la Ruta de las Caras de Buendía

Encontramos al Chaman en la Ruta de las Caras
Antonio Herrera Casado  |  22 junio 2008

El verano es momento ideal para descubrir nuevos caminos. Aunque a veces el verano “se pasa” un poco, y acaba amenazando la integridad de los viajeros con su calor excesivo en esta Alcarria sin sombras y sin agua.
La aventura de los viajeros por la orilla del embalse de Buendía no quedó sin premio, a pesar de la amenaza de deshidratación y agotamiento. No fue el mejor día el elegido, y por eso desde aquí recomiendo que quien se aventure por esta “Ruta de las Caras” que ahora cuento, lo haga en época de calma y bonanza otoñal.
El viaje es cómodo desde la Alcarria guadalajareña, porque saliendo desde Sacedón, en poco más de un cuarto de hora se llega a Buendía y allí, tras reponer fuerzas, y a través de un bien señalado camino que parte desde el frontón y la muralla antigua, a través del paraje de La Cespera, se llega al bosquecillo donde se deja el coche y se inicia, andando a través del pinar, la “Ruta de las Caras” que es algo distinto a todo lo que haya visto hasta ahora…

La visita a Buendía, como la que hicieron los viajeros en junio de 2008, resulta inolvidable: tras visitar el pueblo, la iglesia por dentro, el Ayuntamiento por fuera, las murallas y el Museo del Carro, nos paramos a comer en esa maravilla de restaurante que es “La Casa de las Médicas” donde además de un ambiente acogedor se encuentra uno con las suculencias de la tradicional cocina alcarreña, pero con una presentación de diseño. Ese enclave es también Casa Rural con habitaciones que se abren en el plazal del patio de una antigua casa de labor muy bien restaurada. Será recordada siempre esa comida, y ese lugar, y esa compaña.



La Cruz Templaria en Buendía


La ruta de las Caras

Fuera ya de la villa, los viajeros se deciden a visitar la “Ruta de las Caras”. Hacer esta Ruta supone irse hasta el pinar, de repoblación, en la orilla izquierda del ahora medio seco embalse de Buendía sobre el valle del río Guadiela.
Desde hace unos cuantos años, [desde 1992 concretamente] los madrileños Eulogio Regillo y Jorge Maldonado se dieron a tallar, con monumentales rostros, las rocas oscuras y blandas de este pinar. Los paseos por él eran peligrosos, al estar muy en cuesta y en los bordes del pantano. Pero su pasión artística, y lo bien elegido de los temas y los lugares, dieron paso a un verdadero museo de escultura natural, al aire libre, por lo que enseguida encontraron el apoyo del municipio, y el acondicionamiento del lugar para las visitas. Hoy existen carteles, paneles informativos, postes direccionales, y sendas bien marcadas.


Lo primero que tallaron fue una cara que, sin saber muy bien de qué iba, dieron ellos mismos en llamar “la monja”. Cara mofletuda, sonriente, ceñida arriba y abajo y a los lados por una tela o cenefa que la limitaba. De ahí que, animados, siguieran tallando caras y símbolos, relacionados todos con las religiones que pueblan el mundo. Y así, cuando los viajeros van entre los pinos y las oscuras rocas descubriendo tallas, se encuentran con rostros hieráticos, pero perfectos, de gentes como el Chamán, Krisna, la Cruz de los Templarios, y un tal Chemary que puede ser elevado a los altares (del arte rupestre) en cualquier momento. Además hay, junto a las aguas del pantano, una gran calavera tallada en relieve, y la cabeza de Beethoven entre las ramas de los pinos.
Un primer paseo nos lleva por lo fácil, desde la Moneda de Vida al Chamán. Pero muy bien indicado hay un segundo periplo, más largo, aunque también cómodo, que lleva hasta la Calavera. En total, 30 esculturas de más de tres metros de altura sobre las rocas del pinar de Buendía.  La que más les llevó fue la imagen del Chamán, en la que estuvieron entretenidos los escultores durante 4 años, que se dice pronto. Además están el Duende indio, y el Duende de la Grieta.
Una de las cosas que más impresión causó a los viajeros, fue la vida que irradian estas caras. Son severas, hieráticas, pero parecen tener un latido detrás, como si hubiera sangre dentro, o pensamientos, miradas fijas y sabias… en todo caso, yo aconsejo a mis lectores que se acerquen a Buendía y den un paseo por este entorno, fácil de encontrar y para todas las edades (aunque, repito, nunca en día veraniego de 35º porque se nota sed y se va la cabeza).

La espiral del Brujo, en la ruta de las Caras de Buendía


Si, para terminar, se quiere leer algo sobre Buendía, nada mejor que hacerse con el libro que hace unos años escribió Francisco Bogliolo, francés descendiente del pueblo, y magnífico escritor y viajero por diversos continentes, que retrató en diversos relatos cortos y magistrales la historia, el costumbrismo y el alma de Buendía. Lo editó AACHE en su colección “Letras Mayúsculas” como nº 9 y se titula “Lindes y suertes de Buendía”. Un complemento obligado para este viaje.

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